octubre 20, 2011

Bienvenidos hermanos TIPNIS


“¡EVO DECÍA QUE TODO CAMBIARÍA; MENTIRA, MENTIRA, LA MISMA PORQUERÍA!”
“Bienvenidos hermanos del TIPNIS”, grita la multitud conmovida en La Paz
Redacción Bolpress
Más de 1.200 originarios de tierras bajas integrantes de la VIII Marcha Indígena llegaron este miércoles a la ciudad de La Paz luego de 64 días de caminata. Decenas de miles de ciudadanos y ciudadanas de todas las edades y clases sociales colmaron calles y avenidas para darles la bienvenida.
El 15 de agosto salió de Trinidad la VIII Marcha Indígena en defensa del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS) con rumbo a la ciudad de La Paz, y dos meses después llegó a su destino, después de sortear innumerables obstáculos, incluidos bloqueos masistas y una brutal represión policial.
Los indígenas de tierras bajas siempre fueron bien recibidos en la sede de gobierno en anteriores movilizaciones, y por ello no dudaron en ningún momento que en esta oportunidad también gozarían de la hospitalidad paceña. Sin embargo, nunca imaginaron tan cálido recibimiento de una multitud conmovida.
Los indígenas recorrieron este miércoles el último tramo de la VIII Marcha. A primera hora partieron de Urujara al norte de la ciudad, pasaron por los barrios de Chuquiaguillo, Villa El Carmen y Villa Fátima, bordearon la plaza Villarroel, continuaron bajando por la avenida Busch hasta el estadio Hernando Siles, siguieron por la avenida Camacho, subieron por la calle Ayacucho, ingresaron a la Plaza Murillo, donde se encuentran los Palacios del Ejecutivo y Legislativo, y luego de dar un vuelta triunfal continuaron hasta la Plaza Mayor, donde fueron agasajados por una multitud.
Miles de niños, estudiantes y ciudadanos formaron un cordón humano a lo largo del trayecto. Todos aplaudían, saludaban y ovacionaban a los marchistas, algunos con un nudo en la garganta y sin poder contener las lágrimas. Niños y jóvenes de colegios fiscales de Villa el Carmen esperaron impacientes a los visitantes con bolsas de refresco y emparedados. Los vecinos de la zona también aguardaron bien provistos de alimentos. Más tarde todos comprendieron que su solidaridad había rebasado la capacidad de los estómagos de los marchistas.
Cuadras más abajo, en Villa Fátima, las caseras del mercado aventaban alimentos y frutas a la volqueta que transportaba los víveres de los indígenas. A medida que avanzaba la marcha, más gente se plegaba a la hilera humana, sobre todo estudiantes de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), estudiantes de secundaria, jóvenes activistas, maestros, amas de casa y población en general.
“Esta marcha no es pagada, es voluntaria”, exclamaban los marchistas urbanos, en alusión a la movilización que montó el MAS el 12 de octubre, repartiendo bonos y obligando a marchar a los funcionarios públicos. “Si Evo quiere coca, que siembre en Orinoca”, gritaban los paceños y paceñas esta tarde, dando rienda suelta a su creatividad alimentada por la bronca contenida: “¡Evo bellaco, el TIPNIS no es tu cato!”; “¡Evo decía que todo cambiaría; mentira, mentira, la misma porquería!...”.
Los masistas observaron estupefactos, y tal vez con un poco de envidia, la imponente movilización espontanea. Algunos periodistas aseguraron que la contramarcha masista del 12 de octubre se quedó chiquita comparada con la marcha pro indígena de este miércoles, en cantidad, calidad y entusiasmo.
Desmoralizados y sin argumentos, los militantes del MAS continuaron difamando a los indígenas "ingenuos y manipulados" por la “derecha”. “Más allá de la legitimidad de sus demandas, es increíble que los marchistas no puedan discernir que están siendo utilizados para dañar la imagen del presidente Evo Morales, esa derecha que nunca bajo la guardia y no la bajará”, dijo la opinadora Lilian Ergueta en una de las tantas cadenas evistas que pululan en Internet.
Es cierto que la derecha reaccionaria ha mutado y ahora es ferviente defensora de los indios y de la Pachamama, pero los masistas en general culpan de ello a los indígenas. En la lógica de Ergueta y otros masistas, pareciera que los marchistas del TIPNIS tienen la culpa de que “Nada menos que el canal 36 cadena A (que a toda luces tiene muy definida su posición derechista) solicita ayuda para los ‘hermanos’ indígenas del TIPNIS con un fondo de música ‘Coraje’, aquella pieza musical emblemática de las luchas revolucionarias…”.
El canal estatal Bolivia TV se vio obligado a transmitir en directo la multitudinaria marcha ciudadana que ingresó a Plaza Murillo, pero la reportera y el presentador de noticias intentaron minizar e incluso desacreditar la manifestación. A ambos les llamó mucho la atención la masiva participación de "gente ajena"; en su criterio, la presencia de un "ama de casa" "desvirtuaba" la marcha indígena.

La llegada de la marcha a La Paz


“Evo quiso que los odiemos, falló, los amamos como a la misma Pachamama”

Andrés Gómez Vela

Brazo derecho en forma de ele, apunta y enfoca su cámara-celular y… click toma la imagen de un marchista con su bebé. “Me llama la atención todo esto”, dice la quinceañera Mariluz Ojeda, todavía con su guardapolvo del Liceo Venezuela, y balbucea acongojada que siente ganas de llorar “al verlos así (a los marchistas) y por todo lo que han sufrido en el camino”. Dos pasos más allá, en la misma Plaza Murillo, Constantino Arias, un médico aficionado a la radio, toma otras fotos. “Esto no se repite”, comenta. Al igual que él, y en una sociedad donde prima la cultura de la imagen, casi medio millón de celulares fotografiaron y filmaron hoy la llegada de los marchistas del Territorio Indígena Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS). Tienen las imágenes en sus “cels” y en sus cabezas por si a alguien se le ocurre alterar la historia que se escribió hoy entre las 08.00 y 18.00 horas.

A pocos pasos del Palacio Legislativo, Juana Balcazar, una trinitaria simpatiquísima de mejillas rosadas que vive desde hace 12 años en La Paz, dialoga con Javier Mamani, un paceño con facciones aymaras marcadas. “Ellos (se refiere a los marchistas) son las personas más tranquilas que conozco, nunca hacen daño a nadie, no son malos, no conocen la maldad; y el Evo (Morales) quería que odiemos a nuestros hermanos, pero falló, los queremos mucho más”, le comenta Juana a Javier. “Yo soy chofer de la Flota Vaca Diez y vi cómo los maltrataron en Yucumo, no les dejaron tomar agua ni acercarse al río; lo mismo hicieron con los pasajeros de mi bus; los colonizadores nos dijeron que íbamos a pagar con nuestras vidas si desbloqueábamos y no nos dejaron entrar al río”, responde Javier. Son esas charlas donde la gente se conoce a partir de pensamientos y sentimientos comunes.

“Hermanos, hermanas, los amamos como a la misma Pachamama”, grita de entre las filas una mujer de cabellos largos encrespados con dos corazones rojo, amarillo y verde pintados en sus mejillas blancas como la leche. Suma su voz Delia Burgoa, una pequeña cincuentona: “no lloren niños, qué lindas wawuas, les queremos mucho”; y les echa flores de dalia, rosas y hortensias. “TIPNIS SÍ, Coca NO; TIPNIS SÍ, Evo NO”, corea la multitud como para que escuche el Presidente de las Seis Federaciones de Cocaleros del Chapare y, a la vez, Presidente del Estado Plurinacional, quien a esa hora de la tarde (15.00) ya se había ido a 500 kilómetros de Palacio de Gobierno, Cochabamba a entregar una obra, dijeron. Será que por esta razón a eso de las 17 horas Fernando Vargas, presidente de la Subcentral TIPNIS, tronó y dijo que “a Evo Morales le vale un carajo la marcha”.

¿Cuánta gente calculas? Apuestan dos adolescentes que llevan como turbantes una bandera blanca con la flor de patujú en el medio. “¿Un millón?” “Nooooo”. ¿Mucho? “Digamos se acerca al millón si contamos a la gente que aplaudió a la marcha desde el lugar que partió (Urujara)”, tantea el más delgado. “Caliente, caliente”, dice el muchacho de espesas cejas que tiene los pantalones algo caídos de la cintura a los gluteos.

Cecilia Juata, una niña de menos de 10 años del TIPNIS, oye gritar, aplaudir y arengar a la gente desde un bus de una institución estatal, con un helado en mano y tal vez sin saber que la marcha que también protagonizó ella cambiará la historia del país. Ante su mirada curiosa cruza un grupo de jóvenes con un pasacalle que tiene la imagen de un Tupac Katari a punto de ser descuartizado, esta vez, por cuatro tractores y ya no por caballos.

“Nunca había visto tanta gente en tantos años de trabajo”, coinciden los periodistas que narran cada detalle de la llegada de los marchistas a través de radios, canales de televisión y los novedosos (y peligrosos, diría el gobierno) Twitter y Facebook, donde una persona es mensaje y medio a la vez. “Date cuenta Evo, cuidado luego te arrepientas”, grita una mujer a través de la radio. Casi en tiempo real esa frase ya está circulando en las redes sociales. Tal es la agilidad informativa en el mundo virtual que mientras escribo esta crónica (18.45), la periodista Mery Vaca informa en su cuenta de twitter: “Poco a poco van llegando todos los indígenas y se sientan en media Plaza Murillo”. Definitivamente, las marchas y los movimientos sociales en tiempo de la aldea global tienen la realidad del mundo al instante, pero en serio.

Menos mal que los periodistas todavía tenemos la magia del Dios Cronos para congelar los tiempos en este mundo virtual y contarles que entre las 08.00 y 16.00, tres horas antes de la toma pacífica de la Plaza Murillo, miles de personas entrelazaron sus manos morenas, blancas, dedos con callos, delgados, regordetes, enmorcillados, finos, pequeños, largos para hacer una cadena humana de bienvenida; chicas de los barrios chic, birlochas, chotas, cholas, (dirían las Mujeres Creando); mujeres de las laderas, pitucas, sencillas, obreras, gremiales, profesionales, hipócritas, curiosas; hombres jubilados del racismo o ex racistas, consecuentes, luchadores de siempre, defensores de derechos humanos, falsos, caretas y políticos de quinta se agolparon a aplaudir a los indígenas que defienden el TIPNIS como hijos de la Madre Tierra.

“Son nuestros héroes”, exclama un joven de 30 años de cabellos ralos casi color zanahoria apostado cerca del mercado Camacho. “Con ellos (marchistas) hemos recuperado la dignidad, son valientes, cuidan el paraíso de la vida”, asegura Brenda Velarde, una mujer de aproximadamente 35 años, gafas oscuras y cabellos negros recogidos.

“¿Vienes obligado o libremente?”, se preguntan medio en serio, medio en broma dos empleados públicos ubicados cerca del Banco Central. “Vengo gratis y aplaudo porque quiero, no porque me obligan”, responde uno de ellos haciendo un gesto que denota seriedad. “Nadie nos obliga, carajo, no tenemos fichas, carajo”, corea la cadena humana que acompaña a la marcha en su ingreso al Kilómetro Cero.

¿Cuándo se volcó el corazón de gran parte de los paceños? ¿Por qué ya no quieren a Evo Morales? No sé. La única certeza que tengo es que son los mismos paceños que hoy corean: “TIPNIS Sí, Evo, No”, aclamaban ayer a Evo. Ya están en La Paz los marchistas, ¿Qué viene ahora? La negociación con el gobierno. “Hermanos, no nos dejen solos”, dice Adolfo Chávez, principal dirigente de la CIDOB. “No están solos, carajo, no están solos, carajo”, responde la multitud.